Estrés oxidativo

Estrés Oxidativo

Desde que nacemos empieza nuestro proceso de envejecimiento, y eso es normal. Vivir es oxidarse, enfermar es oxidarse y envejecer es oxidarse. Pero ¿qué significa todo esto? ¿Qué implicaciones tiene en el desarrollo de enfermedades como la fibromialgia? ¿Qué es lo que nos oxida? Nos oxida el propio oxígeno que respiramos, pero aún más la polución, el estrés, la edad, la mala alimentación, la falta de ejercicio o el ejercicio extremo, el tabaco, etcétera. Y ante esta realidad, lo más importante es: ¿qué nos protege?

La oxidación es un proceso que se produce normalmente en nuestro organismo de una forma controlada y a un nivel muy bajo. Nuestro cuerpo funciona como una máquina en la que todos los procesos generan sustancias de desecho. Cuando se llevan a cabo todas las reacciones metabólicas, se generan unos residuos oxidados en el interior de las células llamados «radicales libres». En condiciones normales, todas las células de nuestro organismo tienen la capacidad de neutralizar y eliminar esos radicales libres para que no estropeen los tejidos o alteren el metabolismo. Es como un sistema de autolimpieza de una máquina muy bien preparado para durar mucho tiempo, pero no de forma ilimitada, por supuesto.

A medida que envejecemos nos oxidamos, y esto es normal y, por el momento, inevitable. Nuestro organismo dispone de defensas antioxidantes, tanto internas o endógenas (sustancias, enzimas y genes propios) como externas o exógenas (vitaminas, minerales y otras sustancias aportadas por la dieta). Sin embargo, hay situaciones en la vida que pueden aumentar ese proceso de oxidación o mermar nuestras defensas antioxidantes, lo que genera demasiados radicales libres y lleva al organismo a lo que se llama un estrés oxidativo. Este tipo de estrés se produce, por ejemplo, cuando hacemos ejercicio físico extenuante, cuando llevamos una dieta pobre en alimentos vegetales, cuando fumamos o cuando respiramos aire muy contaminado. En estas circunstancias, el organismo no puede compensar esa oxidación, que pasa de valores normales a valores más elevados, y eso es perjudicial, pues no solo nos hará envejecer antes, sino que nos enfermará de alguna forma.

Hay estudios científicos que han analizado la relación entre algunos problemas de salud y el estrés oxidativo, con la hipótesis de que este podía ser la causa o un factor desencadenante de algunas enfermedades. Se ha observado, por ejemplo, que las personas con fibromialgia presentan unos niveles más elevados de estrés oxidativo que las personas sanas. Y, además, también tienen niveles más bajos de lo normal en algunos nutrientes antioxidantes, como el magnesio y el selenio. Esto significa que la capacidad antioxidante de estos pacientes resulta insuficiente, con predominio de un estado muy oxidado o prooxidante. Todo ello es indicativo de que estos pacientes están expuestos a un estrés oxidativo aumentado y que los niveles elevados de radicales libres podrían ser responsables del desarrollo de la enfermedad, o al menos influir en ella.

Algunos trabajos han profundizado en los mecanismos de oxidación a nivel celular y especialmente a nivel de un orgánulo llamado «mitocondria», que es donde se produce la energía. Se ha visto que es principalmente a ese nivel donde las reacciones metabólicas generan unos radicales libres que no pueden ser compensados por las defensas antioxidantes, lo que causa un daño celular que provoca un mal funcionamiento, involucrado en el mecanismo de la fibromialgia, pero también de otras enfermedades, como el síndrome de fatiga crónica, la artrosis, etcétera.

En estos procesos celulares para neutralizar los radicales libres hay implicadas muchas reacciones y sustancias, entre ellas nutrientes que son imprescindibles. La cisteína, la niacina, el selenio, el magnesio, el manganeso, el cobre, el hierro, la tiamina, la riboflavina, el ácido pantoténico, el ácido alfa-lipoico, la coenzima Q10 o la Lcarnitina son elementos clave. El funcionamiento correcto del metabolismo y de las defensas antioxidantes requiere la presencia en cantidades suficientes de estos nutrientes. Por eso, las dietas desequilibradas y deficientes en cuanto a aquellos contribuirán a elevar los radicales libres y a acelerar este proceso de oxidación.

Sin embargo, nuestras defensas antioxidantes se pueden potenciar y aumentar. La dieta rica en vegetales y el ejercicio físico moderado son dos factores que podemos modificar en nuestro estilo de vida y que nos van a ayudar en esta dirección. La abundancia de vegetales en la dieta aporta antioxidantes que el cuerpo utiliza directamente como tales. Todos los alimentos vegetales son ricos en antioxidantes, pero especialmente la fruta, las hortalizas, las verduras de hoja verde, las semillas y los frutos secos.

Y el ejercicio físico, siempre adaptado a la persona con dolor, tiene un efecto sobre los genes que hace que se fabriquen antioxidantes internos (endógenos). Cuando nuestro organismo detecta actividad física, pone en marcha sus defensas contra el estrés oxidativo. Si no hay ejercicio, no se estimulan estas defensas.

Fuente:
La dieta para el dolor, pp.74-76
Laura Isabel Arranz

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